Mis recuerdos.
Hoy te enseño un secreto, quieto, callado. ¿Lo ves? Son los recuerdos de mis viajes impregnados en las alas de las mariposas, ¡mira con atención! Sólo los que lo quieren de verdad pueden verlas. Así que aquí en mis hojas de papel , sin tinta y sin color, guardaré recuerdos que sólo tú y yo, y quizá alguien más, podamos ver. Si decides zambullirte en esta pequeña, redondeada y misteriosa bolita de cristal, en la que tengo atrapada la imaginación, hazlo con pensamientos de tinta y manos traviesas, siempre viene bien algo de compañía...


sábado, 7 de abril de 2012

Miedos, miedos de Irina.



A veces tengo miedo de ser como una medusa, de no ser capaz de otra cosa, que arrastrarme con la corriente.
Irina.

"Tus ojos"





Se despierta, con los primeros rayos de Sol. Sonríe. Están pegados, ella sigue dormida. El aire huele a sábanas limpias. A su perfume. A ella. Vuelve a sonreír. Es tan menuda que parece un pajarillo. Le encanta.  Y, entonces, como un rayo,  un recuerdo acude, feroz, rápido y letal.  Ve sus ojos iluminados, color caramelo, mirándole en el parque de la esquina con ese mismo Sol que hoy le despierta reflejando miles de tonalidades marrones, inundados de sentimientos, esos ojos que significan tanto. Y teme perderlos. Porque sabe que la felicidad no dura demasiado. Y él, al que siempre le ha encantado componer, tiene el verso adecuado para aquella canción de primavera,  como un escritor que narra el momento que está viviendo sin saber que está narrándolo. Lo hace y punto. Ese verso habla de miedos.

Por ello, no espera mucho más. Y le despierta. Ella le da un beso. Y desayunan rápido porque se mueren de hambre, tortitas, besos, carcajadas. Él absorbe el momento como una esponja, y el miedo sale poco a poco, aunque no del todo. Meses después se escucha una canción en la radio. Compuesta por él, Jack.  Y empieza así.

“Cuando tus ojos se cierren, el reloj se parará, y mis segundos los regalaré al cielo, porque no sabré como utilizarlos, no sabré como utilizarlos, si no estás aquí...”