Mis recuerdos.
Hoy te enseño un secreto, quieto, callado. ¿Lo ves? Son los recuerdos de mis viajes impregnados en las alas de las mariposas, ¡mira con atención! Sólo los que lo quieren de verdad pueden verlas. Así que aquí en mis hojas de papel , sin tinta y sin color, guardaré recuerdos que sólo tú y yo, y quizá alguien más, podamos ver. Si decides zambullirte en esta pequeña, redondeada y misteriosa bolita de cristal, en la que tengo atrapada la imaginación, hazlo con pensamientos de tinta y manos traviesas, siempre viene bien algo de compañía...


lunes, 20 de junio de 2011

Amanezco con tus recuerdos pegados a la piel

He guardado tus recuerdos, nuestras fotografías, la primera rosa que me regalaste en un florero antiguo, el primer momento en el que rozaste tus labios con los míos, aquel momento, aquella magia que robaste de mi boca. Y ahora estoy buscando al dueño de todas estas cosas, y no, no te puedes presentar como candidato, porque busco un chico que me haga reír y no llorar, alguien que me quiera y que no se vaya con otra a la primera de cambio, alguien que me acompañe en los momentos buenos y malos, alguien que sepa darme su hombro para poder apoyarme siempre que quiera, alguien en quien pueda confiar mis problemas y mis alegrías, alguien con quien disfrutar de la vida, segundo a segundo, alguien con quien no arrepentirse de nada. Y puede parecerlo, pero no, no busco un chico perfecto, sino alguien que no descanse hasta meterse entre mis vértebras, que explore cada centímetro de mi piel y sepa el mapa de cicatrices que se encuentra en mis rodillas, y sobre todo, que busque mi corazón, que intente grabarse allí para siempre, como si no existiera otra cosa que esa.

domingo, 19 de junio de 2011

Para olvidar tus pupilas necesito volar

Subió las escaleras sonriendo. Ya olía la madera caoba de la buhardilla, era capaz incluso de oler la brillante y acogedora luz que se reflejaba en toda la habitación. Llegó y se descalzó. Lo primero que sentía cuando estaba allí era que estaba en su refugio, en su hogar. Dio una vuelta alrededor de sí misma, los volantes de su vestido acariciándole las piernas. Había vuelto después de tanto tiempo y se sentía segura. Le hacía tanta falta sentirse así después de la batalla que había librado estos días: de silencios imperturbables, de miradas doloridas, y de aguantarse dentro las lágrimas que pugnaban por salir una y otra vez, que se acercaban peligrosamente a la orilla de sus ojos. Se sentó en el filo de la cama, se tumbó boca abajo y cerró los ojos. Sintió por un momento que podía soñar, que podía escapar de la realidad y dejar todos sus problemas atrás. Y para ello sólo tenía que dejar de sentir el borde de sus párpados para sentir las nubes como si fueran algodones de azúcar, sentir las pestañas como si fueran el roce del aire y dejar de percibir la piel para sentir como escapa de la habitación, como asciende casi sin darse cuenta. Y sabe que vuela, acariciando las alas de los pájaros y sintiéndose libre, la libertad de ir a cualquier sitio, de sanar sus heridas y de disfrutar al máximo lo que su imaginación le ofrece. Y sabe que cuando abra los ojos y vuelva a su refugio de las alturas estará bien, completamente curada y que habrá recompuesto cada pedacito de su maltrecho corazón, roto por las armas que ofrece la sociedad, de supuestos amigos y de personas que hacen daño con tan sólo mirarte.


viernes, 3 de junio de 2011

Charlotte es Charlotte y nadie va a cambiar eso

Ella sólo quería conocerte, saber quién eres. Sólo quería saber cómo era el tacto de tus pestañas contra su mejilla, lo que se sentía al poderte mirar a los ojos durante horas, cómo era tener tu regazo como almohada y tu hombro como bastón. Ella sólo quería dejar de tener que echarte de menos cada segundo, sólo quería saber a qué sabían tus labios en cada hora del día. Pero ahora sólo quiere olvidarte, sólo quiere que alguien le enseñe como capturar las lágrimas que asoman cada vez que te ve, antes de que se caigan, de que rueden desde sus ojos hasta su cuello y se haga demasiado evidente que es frágil.
Y tú. La otra cara de la moneda, ¿qué pasa contigo? ¿Has aprendido a que parezca que nunca te fijaste en ella? ¿Has aprendido a mentir diciendo que no quieres que te hable? ¿Has aprendido a desviar la cabeza cuando te sorprende mirándola? ¿O has aprendido que ella merece la pena? ¿Has aprendido acaso lo  mucho que vale Charlotte? No lo creo. Ni creo que lo aprendas jamás, porque ella se ha equivocado contigo, no es que no la quieras, es que nunca vas a aceptarlo, ni por dentro ni por fuera, nunca vas a saber decir las palabras mágicas. Charlotte te esperará siempre, por ser como es, una cabezota, pero tú tendrás que saber cómo recomponerla, tú tendrás que saber que con ella hace falta mucho más, que ella es capaz de escarbar en tu alma y descubrir lo que tramas, que ella es todo o nada, que te necesita, pero aprenderá a sobrevivir sin ti si no te das prisa.

jueves, 2 de junio de 2011

Quizá no sea desconfianza


A veces construimos muros a nuestro alrededor sólo para comprobar a qué personas le importamos lo suficiente como para derribarlos.