Me encanta recordar aquellos años, aquellos no tan lejanos años, en los que un generoso, amable, cálido, inquebrantable, fuerte, soñador comedido, admirable, talentoso, y propietario de un grandísimo corazón me apodó "mi princesa".
Princesa... Aquella niña menuda, irresponsable y alocada, que corría de aquí para allá intentando volar, intentando mezclarse entre las hojas de otoño, con bellos y dulces pensamientos, raudos pensamientos, pensamientos de invierno, de primavera o verano.
Inquieta, incansable, irritable. Aquella pequeña bola de pelo, la única que me hacía ponerme rojo de rabia, y gritarle a las paredes. Eso sí, he de reconocer, que era la única persona que me hacía sonreír inmediatamente después de un enfado, con su carita paliducha y sus ojos vidriosos. Contestona, soñadora de imposibles, y defensora de pleitos pobres... Aquella que refunfuñaba en el parqué del salón, en la verde hierba del parque, o en el patio del colegio, haciéndome ver que quizá fuera abogada de causas perdidas.
Esa que odiaba las muñecas pechugonas, de piernas estilizadas, y lindísimos cabellos dorados, que prefería siempre un coche teledirigido para poder correr entre los sueños de mayores y pequeños.
La que prefería una revista de motor en lugar del suplemento de Tarta de Fresa, que soñaba con participar en carreras ilegales al límite de velocidad, ser conductora de un 206 tuneado con serigrafía de hadas y polvos de campanilla que así la hicieran llegar más rápido a ese remoto, mágico y divertidísimo país de nunca jamás y encontrar a un Peter Pan algo chulesco, aventurero e idealista que con perseverancia y grandes cantidades de paciencia lograra convertir a esa extravagante y atípica vagabunda en aquel recuerdo de pequeña princesa, "tu princesa".
Porque sólo soy un borrón en la pared, una huella de carmín, un reflejo en el cristal, un beso robado del chico de la esquina, una copia barata de aquella actriz que desayunaba con diamantes, que veraneaba en Roma, que tenía furtivos encuentros en París, una dulce cara de ángel, y que, válgame la redundancia, luchaba en guerras de paz.
Así que sólo soy eso, simple y llanamente, una doble sombra, princesa en tus recuerdos, vagabunda en el amor.
Páginas
Mis recuerdos.
Hoy te enseño un secreto, quieto, callado. ¿Lo ves? Son los recuerdos de mis viajes impregnados en las alas de las mariposas, ¡mira con atención! Sólo los que lo quieren de verdad pueden verlas. Así que aquí en mis hojas de papel , sin tinta y sin color, guardaré recuerdos que sólo tú y yo, y quizá alguien más, podamos ver. Si decides zambullirte en esta pequeña, redondeada y misteriosa bolita de cristal, en la que tengo atrapada la imaginación, hazlo con pensamientos de tinta y manos traviesas, siempre viene bien algo de compañía...
Hoy te enseño un secreto, quieto, callado. ¿Lo ves? Son los recuerdos de mis viajes impregnados en las alas de las mariposas, ¡mira con atención! Sólo los que lo quieren de verdad pueden verlas. Así que aquí en mis hojas de papel , sin tinta y sin color, guardaré recuerdos que sólo tú y yo, y quizá alguien más, podamos ver. Si decides zambullirte en esta pequeña, redondeada y misteriosa bolita de cristal, en la que tengo atrapada la imaginación, hazlo con pensamientos de tinta y manos traviesas, siempre viene bien algo de compañía...
lunes, 28 de febrero de 2011
viernes, 25 de febrero de 2011
Goodbye
Laura sabía hacer muchas cosas, de todo tipo y muy variadas, desde las más normales hasta las más extravagantes, pero una de ellas no era decir adiós, despedirse, olvidar. Laura nunca había podido hacerlo, ni cuando ella se iba, ni cuando los demás se iban. Laura lo intentaba una y otra vez, porque se le daba bien ser perseverante. Pero nunca lo conseguía. Laura miraba a los ojos a su madre, a su hermana, o a su amigo, y no podía evitar que sus ojos anegaran en lágrimas, que de su boca sólo saliera un cuídate mucho y que sus brazos estrecharan demasiado fuerte en un abrazo que ella no deseaba terminar. Que cuando veía que no había marcha atrás no podía evitar que sus sentimientos la invadieran y la ahogaran, como un barco a la deriva.
Un día a las puertas del verano, su hermana, Kathy, se sentó junto a ella en su cama, y le dijo muchas cosas, y a pesar de que era muy pequeña todavía, Laura se dio cuenta de todo lo que había pasado desapercibido para ella, como el gran talento de convicción de su hermana. Su hermana le dijo que una despedida es genial, porque cuando la persona que se va, vuelve, la alegría es mucho mayor que antes, porque a veces debemos dejar escapar a las personas queridas para darnos cuenta de lo mucho que valen, y de lo mucho que los queremos, porque si no lo hiciéramos, si no los dejáramos escapar, eso significaría que no son tanto para nosotros como creíamos.Que cuando una puerta se cierra una ventana se abre, y que aunque sea pequeñita, los rayos de sol siguen entrando por ella, recordándonos que un nuevo día va a comenzar y que será aún mejor si lo hacemos con una sonrisa.
Por eso hoy Laura, no se echa atrás y se gira con decisión. Debe decirle adiós a su amigo. Y no es fácil para ella. Su amigo no volverá nunca, se embarcará en un viaje sin retorno del que ella no sabe nada. Laura recuerda y recuerda frente al rostro del viajero, y casi no puede evitar que una sonrisa salga al encuentro de sus labios, demostrándole que ha hecho bien una despedida. Laura expresa con sus ojos una parte del dolor que lleva dentro, pero la otra parte ha sido eliminada por los buenos momentos pasados con su amigo, que perdurará para siempre en su memoria, así que simplemente le dirige una mirada y sonríe de nuevo, sólo espera que él consiga ser feliz.
Un día a las puertas del verano, su hermana, Kathy, se sentó junto a ella en su cama, y le dijo muchas cosas, y a pesar de que era muy pequeña todavía, Laura se dio cuenta de todo lo que había pasado desapercibido para ella, como el gran talento de convicción de su hermana. Su hermana le dijo que una despedida es genial, porque cuando la persona que se va, vuelve, la alegría es mucho mayor que antes, porque a veces debemos dejar escapar a las personas queridas para darnos cuenta de lo mucho que valen, y de lo mucho que los queremos, porque si no lo hiciéramos, si no los dejáramos escapar, eso significaría que no son tanto para nosotros como creíamos.Que cuando una puerta se cierra una ventana se abre, y que aunque sea pequeñita, los rayos de sol siguen entrando por ella, recordándonos que un nuevo día va a comenzar y que será aún mejor si lo hacemos con una sonrisa.
Por eso hoy Laura, no se echa atrás y se gira con decisión. Debe decirle adiós a su amigo. Y no es fácil para ella. Su amigo no volverá nunca, se embarcará en un viaje sin retorno del que ella no sabe nada. Laura recuerda y recuerda frente al rostro del viajero, y casi no puede evitar que una sonrisa salga al encuentro de sus labios, demostrándole que ha hecho bien una despedida. Laura expresa con sus ojos una parte del dolor que lleva dentro, pero la otra parte ha sido eliminada por los buenos momentos pasados con su amigo, que perdurará para siempre en su memoria, así que simplemente le dirige una mirada y sonríe de nuevo, sólo espera que él consiga ser feliz.
Chinchetas:
Cerrar una puerta es abrir una ventana
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