(Voz de Mariela)
Tras
su primera conversación telefónica, Mariela se pregunta si finalmente llegarán
a verse algún día en persona, y no sería por falta de ganas, desde luego, además
la intuición le insinúa a Mariela que recordará a Samuel hasta sus últimos
minutos de aliento, pero la inexorable falta de tiempo, marca, día a día,
tantos en su contra. Por supuesto, ella está dispuesta a jugar todos los
minutos de descuento, aun sabiendo el desventurado resultado final, que la
dejará fuera de juego.
No,
no y no. Tristeza y pesimismo. Algo que se prometió a sí misma que no sentiría,
no al menos de forma voluntaria.
Pega
un alegre y pintoresco salto de su coqueta silla azul celeste, se mira en el
estrafalario espejo lleno de post-it de diversas formas y colores –pintarrajeados
de frases y anotaciones sin sentido concreto-. Repasa con sus ágiles dedos los
tirabuzones que surcan su pelo cobrizo anaranjado, con finos reflejos dorados –definido
con mucho de peculiar- y sujeta unos cuantos mechones con una fina horquilla
verde.
Olisquea
en su armario, en su muy destartalado armario, y por fin encuentra lo que
busca.
-A
ver… ¡Eso es!
Perfecto
contra esas malas sensaciones, su animado y algo aniñado vestido verde, a juego
con sus locas manoletinas florales.
Por último, coge las llaves del coche del recibidor y
sale con una renovada sonrisa por la puerta…
Mariela volverá pronto. Motivo? Exceso de inspiración momentánea, por supuesto, ¿para que iba a durar más? ¬¬