Mis recuerdos.
Hoy te enseño un secreto, quieto, callado. ¿Lo ves? Son los recuerdos de mis viajes impregnados en las alas de las mariposas, ¡mira con atención! Sólo los que lo quieren de verdad pueden verlas. Así que aquí en mis hojas de papel , sin tinta y sin color, guardaré recuerdos que sólo tú y yo, y quizá alguien más, podamos ver. Si decides zambullirte en esta pequeña, redondeada y misteriosa bolita de cristal, en la que tengo atrapada la imaginación, hazlo con pensamientos de tinta y manos traviesas, siempre viene bien algo de compañía...


viernes, 12 de febrero de 2016

Indistintamente.

Tengo un miedo atroz a que me abandonen, a que no me quieran más, a que me sustituyan.
Tengo un miedo atroz.

A veces siento que permito que dejen de quererme, que provoco un desgaste intencionado con tal de que mis sospechas se confirmen. ¿Para qué van a quererme si solo será por un instante? Merece la pena, ¿o el dolor se queda para siempre clavado?

lunes, 20 de julio de 2015

De forma absoluta, o en absoluto.

Querer de forma absoluta, o no querer en absoluto.
¿Por qué querer un poco? ¿Por qué querer a medias, solo con los ventrículos o solo con las aurículas? ¿Para qué querer, si no es del todo?
Por más que lo intente, mi cuerpo no lo entiende, ni mi mente, ni mucho menos mi alma.
Cuando quiero, quiero de forma absoluta. Quiero, poniéndolo todo al fuego, dando lo que puedo.
Y no os equivoquéis, con querer no me refiero a una relación sentimental, que también, pero no en su mayor parte, me refiero a amistad, a familia.
Pensad, si estáis queriendo a poquitos, ¿merece la pena? ¿No sería mejor querer de forma absoluta?
A mí se me engrandece el corazón cuando siento que alguien me quiere, me quiere entera, ama mi caos, mis virtudes, todo. Y quizá todos deberíamos sentirnos así.

miércoles, 29 de agosto de 2012

Donde todo empieza.



Todos sabíamos que era especial. En realidad, era visible, era obvio, incluso a una distancia demasiado grande para ver la magia que iba pegada a sus talones, que se desprendía cada vez que levantaba los pies del suelo,  con la gracia de una bailarina y la naturalidad de alguien que cree ser invisible.
Era la chica de los vestidos ocasionales, de las uñas de colores extravagantes, de la sonrisa encantadora, de los colores fosforescentes, de los jerséis grandes, y los labios pintados de rojo pasión, para comerse el mundo con un poco más de color.
Ella. Simplemente ella. Diferente, corriente, depende del momento.
Veía sus piernas avanzar con rapidez por la ardiente calzada. Llevaba el pelo recogido en una coleta alta, una camisa de tirantes blanca y unos pantalones negros de lunares blancos. Los ojos color caramelo resaltaban al cálido sol de junio. Una mochila verde fosforescente iba colgada de sus hombros. Cascos enormes en las orejas, una canción pegada al paladar y una sonrisa indeleble.
Pero ese día no iba a ser como cualquier otro. Charlotte tenía una sorpresa esperándola. Una sorpresa que con el tiempo iría a mejor.
Dejó los libros en su pupitre y cuando levantó la cabeza había alguien allí. Pelo rubio, ojos verdes, pecas en la nariz.
-¡Hola! Soy Lucas.
Ella guardó sus gafas de sol.
-Me llamo Charlotte.
Él se quedó con una palabra en la punta de la lengua. El profesor había llegado. Se sentó dos filas a su izquierda.
La clase comenzó y ella no podía concentrarse. Aquel chico le producía curiosidad. ¿Era nuevo? ¿O es que no le había visto antes por allí? ¿Quién era? Echó una ojeada y él le sonrió.
Charlotte escondió la cabeza sin pensarlo. Pero algo había despertado en ella. Algo que nunca más iba a poder ser tapado, obviado, o escondido. ¿Era un nuevo tipo de magia? El mago es Lucas. Y quizá ella sea su aprendiz. 

viernes, 24 de agosto de 2012

El perfume de los deseos.

Porque puedo, porque QUIERO.

No voy a expresar mis sueños en papeles que se pueden perder, ni en pantallas de ordenador, ni los voy a meter en un bote a la espera de un buen momento para sacarlos. NO. Nada de eso. Cada día, por la mañana, si me levanto despierta o dormida, voy a llevar mis sueños puestos en la piel, en mi sonrisa, voy a llevar el perfume de mis metas impregnado en cada molécula. Y voy a pasar cada segundo del día intentando que esté más cerca el poder cumplirlos. Porque yo busco la felicidad. ¿Que por qué? Porque quiero, porque puedo. Esto no es algo escrito al azar, es una promesa de que algún día, quizá más pronto de lo que pienso, un deseo formulado con fuerza por mis labios, se hará realidad. Es una promesa de que buscaré eso que tantos ansían, y que lo encontraré. 

miércoles, 1 de agosto de 2012

Yo, sólo yo. Vestida de ironía. Esperándote con la mirada perdida.


¿Qué? ¿Es que no lo sabes? El mundo se me escurre entre los dedos aunque intente agarrarlo con firmeza.
La poesía decide, a buen juicio, escaparse de mi cabeza.  ¿Y yo? ¿Qué que hago yo? Intento olvidarte. Que tus besos no aparezcan entre los calcetines, no sentir tu mirada clavada en mi clavícula, en la sombra del pasado que dejaste al lado de tu maletín de cuero viejo, aquella mañana calurosa de Diciembre. ¿Irónico, verdad? Quizá es que soy ironía vestida de Channel, del rojo pasión que intentabas arrancarme de los labios cada vez que salíamos a cenar fuera, a uno de esos sitios caros donde el camarero te recomienda este vino tinto, aquel vino blanco, y en los que yo pedía fanta de limón -eso sí, siempre en copa- y tú me llamabas loca por no degustar esas bebidas que a ti tanto te gustaban, por pedir fanta allí y vino en los bares malos de carretera. Intento no ahogarme en las lágrimas delgadas, quizá incluso  azules -de ese tipo de azul del  que las pintaría un niño pequeño- que salen del grifo del lavamanos. Intento olvidar aquella sonrisa, aquella mirada que me mataba, el efecto que te producía aquel vestido blanco de espalda descubierta. Intento olvidar tantas cosas que ya no las recuerdo. Aunque todavía sienta tus dedos en mi hoyuelo, tus manos, tus brazos en mi cadera, porque aunque me miro al espejo y no te veo detrás, todavía estás aquí, estás aquí a pesar de haberte ido hace tanto tiempo, estás aquí, porque yo te siento. Y es que me he pasado a la Coca-Cola sólo para ver si soy capaz de sumergirme en ella y aparecer sin nada, como una niña asustada de todo lo que tiene por delante, de las opciones que se abren en el camino, sólo por ver si soy capaz de sobrevivir en ese oscuro líquido burbujeante. Pero cada vez que salgo, aparezco aquí, en esta habitación hueca y llena de soledad, aunque más que llena está vacía, vacía sin tus palabras, sin tu voz que suavemente me calma y me lleva a un mundo donde esto no son más que letras desordenadas, donde todo está en su lugar, a pesar de estos desvaríos que me permito escribir con pluma,  con mis cereales de chocolate y tus camisetas holgadas apiladas obedientemente en el mismo espacio cuadrado, llévame contigo -me digo- pero tú ya te has ido, ¿no es eso? Retomando el hilo de mis palabras, o del ovillo de lana de la vecina, cada vez que salgo de mi vaso de Coca-Cola estoy aquí, y poco a poco, te veo en cada esquina, en cada cajón, en cada risa escondida tras la pared, en las camisas sin planchar del fondo del armario, e intento reírme, pero sólo sale un ruido desencajado de mi garganta, porque en dos segundos he empezado a amarte, y en dos segundos he de olvidarte, así que amor, no te molestes, si cuando llegues estoy perdida, tirada en el suelo, no sabiendo ya si he de recordarte o dejar que viajes en los pliegues de mi memoria en un trayecto sólo de ida. Palabras liadas, ya nada tiene sentido. ¿Obra de una lunática, o de una artista? O frases incompletas, sólo eso, donde las mentiras remueven mis verdades y ya no sé qué es parte de aquel manuscrito mío y qué es real, sólo sé que he llegado a amarte, y que quiero que me perdones si de tanto escrbir me he vuelto loca, tan loca, como para no estar a tu lado.