Mis recuerdos.
Hoy te enseño un secreto, quieto, callado. ¿Lo ves? Son los recuerdos de mis viajes impregnados en las alas de las mariposas, ¡mira con atención! Sólo los que lo quieren de verdad pueden verlas. Así que aquí en mis hojas de papel , sin tinta y sin color, guardaré recuerdos que sólo tú y yo, y quizá alguien más, podamos ver. Si decides zambullirte en esta pequeña, redondeada y misteriosa bolita de cristal, en la que tengo atrapada la imaginación, hazlo con pensamientos de tinta y manos traviesas, siempre viene bien algo de compañía...


miércoles, 13 de junio de 2012

No sabes cómo te echo de menos



No sabes cómo te echo de menos. Ay, ni siquiera puedo decirlo o escribirlo, sin que me dé una punzada en el estómago, en el corazón, o en el alma, porque tu ausencia duele, no sabes cómo duele. Hoy te escribo porque al mirarme en el espejo casi era igual que uno de esos días en los que tanto me amabas, con el pelo oscuro alborotado, formando espesos tirabuzones traviesos que me acariciaban el cuello y los hombros con suavidad, esos que tanto te gustaba tomar entre tus dedos. Con una camisa tuya -sí, todavía queda alguna-  tuviste la poca decencia de no llevarte todo lo que era tuyo de esta casa, como si pensaras que no iba a seguir utilizando tu ropa para dormir, o buscando el olor de tu piel en el armario. Como si lo pensaras. Tengo los ojos de color caramelo porque están iluminados por el Sol, como cuando me conociste. Pero falta algo. Al principio no lo detecto, indago un poco en el cristal que me refleja, pero al final lo descubro. Falta mi sonrisa. Pero no creo que vuelva a aparecer, a menos que aparezcas tú con tu maletín de cuero viejo, y ganas de divertirte. ¿Sabes? Lo que más recuerdo de ti son aquellas tardes que pasábamos en el sofá, jugando con el globo terráqueo que los antiguos inquilinos se dejaron olvidado, viendo donde iríamos el próximo verano, poniéndole bigotes y ojos a los cuadros feos, y a las pinturas que odiábamos. Rebuscando en las estanterías un libro para pasar el rato, e imaginando con las alas fugaces que sólo me daba tu mente, que en vez de una casa pequeñaja, vivíamos en un palacio. Quiero decirte que se me han pasado las ganas de comer algodón de azúcar, pero que mientras te esperaba, con algo de tristeza subida a mi regazo, he encontrado la solución, la “x” de la ecuación, mi sonrisa se fue, y no volverá, porque mi sonrisa eres tú, eres tú, pequeño ladronzuelo,  y tú te la has llevado. 

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