Ella sólo quería conocerte, saber quién eres. Sólo quería saber cómo era el tacto de tus pestañas contra su mejilla, lo que se sentía al poderte mirar a los ojos durante horas, cómo era tener tu regazo como almohada y tu hombro como bastón. Ella sólo quería dejar de tener que echarte de menos cada segundo, sólo quería saber a qué sabían tus labios en cada hora del día. Pero ahora sólo quiere olvidarte, sólo quiere que alguien le enseñe como capturar las lágrimas que asoman cada vez que te ve, antes de que se caigan, de que rueden desde sus ojos hasta su cuello y se haga demasiado evidente que es frágil.
Y tú. La otra cara de la moneda, ¿qué pasa contigo? ¿Has aprendido a que parezca que nunca te fijaste en ella? ¿Has aprendido a mentir diciendo que no quieres que te hable? ¿Has aprendido a desviar la cabeza cuando te sorprende mirándola? ¿O has aprendido que ella merece la pena? ¿Has aprendido acaso lo mucho que vale Charlotte? No lo creo. Ni creo que lo aprendas jamás, porque ella se ha equivocado contigo, no es que no la quieras, es que nunca vas a aceptarlo, ni por dentro ni por fuera, nunca vas a saber decir las palabras mágicas. Charlotte te esperará siempre, por ser como es, una cabezota, pero tú tendrás que saber cómo recomponerla, tú tendrás que saber que con ella hace falta mucho más, que ella es capaz de escarbar en tu alma y descubrir lo que tramas, que ella es todo o nada, que te necesita, pero aprenderá a sobrevivir sin ti si no te das prisa.
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