Mis recuerdos.
Hoy te enseño un secreto, quieto, callado. ¿Lo ves? Son los recuerdos de mis viajes impregnados en las alas de las mariposas, ¡mira con atención! Sólo los que lo quieren de verdad pueden verlas. Así que aquí en mis hojas de papel , sin tinta y sin color, guardaré recuerdos que sólo tú y yo, y quizá alguien más, podamos ver. Si decides zambullirte en esta pequeña, redondeada y misteriosa bolita de cristal, en la que tengo atrapada la imaginación, hazlo con pensamientos de tinta y manos traviesas, siempre viene bien algo de compañía...


miércoles, 6 de julio de 2011

Las excusas no valen nada si eliges este camino, cuando me di cuenta ya era demasiado tarde.

Yo siempre he dicho que la vida hay que vivirla, y equivocarse, pero no de la forma en la que lo hiciste, no de esta forma destructiva, que te va quitando minutos del valioso tiempo que te han dado. Y te lo advertí, te lo advertí a tiempo, pero ahora no estoy segura de que hubieras podido salir de aquel mundo en el que te metiste. Y no sólo has destrozado tu vida, sino la de tu familia y amigos, aquellos que te apoyaron, que dieron su brazo a torcer en los momentos más difíciles y que estuvieron  ahí siempre que los necesitaste.
Y ahora todos estamos aquí, apoyándote en tu último aliento, cada uno, aunque silenciosamente, reprochándonos ciertas cosas que dejamos de decirte porque pensamos que no ibas a cambiar de parecer. Hoy es un día de lágrimas, llantos, suspiros, de excusas y de por favores susurrados para que sigas aquí. Pero yo ya no quiero eso. Lo siento, siento de verdad estar diciendo estas palabras. Pero siendo egoísta no quiero que vuelvas, yo te quería y probablemente te sigo queriendo, pero me hiciste añicos y no hay forma de reparar el daño, porque esa persona a la que amaba se fue hace mucho tiempo cuando todo esto empezó y cambiaste de forma radical. Así que dejo una carta con las cosas que te dije, con mi amor todavía intacto a esa persona que eras antaño y flores que se marchitarán dentro de poco, al igual que te marchitaste tú. Una lágrima cae por mi mejilla, sólo una,  cuando por fin esto se acaba. Susurro te quiero al viento, y me voy ahora que nadie me oye, despidiéndome de ti con la poca entereza que me queda.

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