Mis recuerdos.
Hoy te enseño un secreto, quieto, callado. ¿Lo ves? Son los recuerdos de mis viajes impregnados en las alas de las mariposas, ¡mira con atención! Sólo los que lo quieren de verdad pueden verlas. Así que aquí en mis hojas de papel , sin tinta y sin color, guardaré recuerdos que sólo tú y yo, y quizá alguien más, podamos ver. Si decides zambullirte en esta pequeña, redondeada y misteriosa bolita de cristal, en la que tengo atrapada la imaginación, hazlo con pensamientos de tinta y manos traviesas, siempre viene bien algo de compañía...


miércoles, 29 de agosto de 2012

Donde todo empieza.



Todos sabíamos que era especial. En realidad, era visible, era obvio, incluso a una distancia demasiado grande para ver la magia que iba pegada a sus talones, que se desprendía cada vez que levantaba los pies del suelo,  con la gracia de una bailarina y la naturalidad de alguien que cree ser invisible.
Era la chica de los vestidos ocasionales, de las uñas de colores extravagantes, de la sonrisa encantadora, de los colores fosforescentes, de los jerséis grandes, y los labios pintados de rojo pasión, para comerse el mundo con un poco más de color.
Ella. Simplemente ella. Diferente, corriente, depende del momento.
Veía sus piernas avanzar con rapidez por la ardiente calzada. Llevaba el pelo recogido en una coleta alta, una camisa de tirantes blanca y unos pantalones negros de lunares blancos. Los ojos color caramelo resaltaban al cálido sol de junio. Una mochila verde fosforescente iba colgada de sus hombros. Cascos enormes en las orejas, una canción pegada al paladar y una sonrisa indeleble.
Pero ese día no iba a ser como cualquier otro. Charlotte tenía una sorpresa esperándola. Una sorpresa que con el tiempo iría a mejor.
Dejó los libros en su pupitre y cuando levantó la cabeza había alguien allí. Pelo rubio, ojos verdes, pecas en la nariz.
-¡Hola! Soy Lucas.
Ella guardó sus gafas de sol.
-Me llamo Charlotte.
Él se quedó con una palabra en la punta de la lengua. El profesor había llegado. Se sentó dos filas a su izquierda.
La clase comenzó y ella no podía concentrarse. Aquel chico le producía curiosidad. ¿Era nuevo? ¿O es que no le había visto antes por allí? ¿Quién era? Echó una ojeada y él le sonrió.
Charlotte escondió la cabeza sin pensarlo. Pero algo había despertado en ella. Algo que nunca más iba a poder ser tapado, obviado, o escondido. ¿Era un nuevo tipo de magia? El mago es Lucas. Y quizá ella sea su aprendiz. 

viernes, 24 de agosto de 2012

El perfume de los deseos.

Porque puedo, porque QUIERO.

No voy a expresar mis sueños en papeles que se pueden perder, ni en pantallas de ordenador, ni los voy a meter en un bote a la espera de un buen momento para sacarlos. NO. Nada de eso. Cada día, por la mañana, si me levanto despierta o dormida, voy a llevar mis sueños puestos en la piel, en mi sonrisa, voy a llevar el perfume de mis metas impregnado en cada molécula. Y voy a pasar cada segundo del día intentando que esté más cerca el poder cumplirlos. Porque yo busco la felicidad. ¿Que por qué? Porque quiero, porque puedo. Esto no es algo escrito al azar, es una promesa de que algún día, quizá más pronto de lo que pienso, un deseo formulado con fuerza por mis labios, se hará realidad. Es una promesa de que buscaré eso que tantos ansían, y que lo encontraré. 

miércoles, 1 de agosto de 2012

Yo, sólo yo. Vestida de ironía. Esperándote con la mirada perdida.


¿Qué? ¿Es que no lo sabes? El mundo se me escurre entre los dedos aunque intente agarrarlo con firmeza.
La poesía decide, a buen juicio, escaparse de mi cabeza.  ¿Y yo? ¿Qué que hago yo? Intento olvidarte. Que tus besos no aparezcan entre los calcetines, no sentir tu mirada clavada en mi clavícula, en la sombra del pasado que dejaste al lado de tu maletín de cuero viejo, aquella mañana calurosa de Diciembre. ¿Irónico, verdad? Quizá es que soy ironía vestida de Channel, del rojo pasión que intentabas arrancarme de los labios cada vez que salíamos a cenar fuera, a uno de esos sitios caros donde el camarero te recomienda este vino tinto, aquel vino blanco, y en los que yo pedía fanta de limón -eso sí, siempre en copa- y tú me llamabas loca por no degustar esas bebidas que a ti tanto te gustaban, por pedir fanta allí y vino en los bares malos de carretera. Intento no ahogarme en las lágrimas delgadas, quizá incluso  azules -de ese tipo de azul del  que las pintaría un niño pequeño- que salen del grifo del lavamanos. Intento olvidar aquella sonrisa, aquella mirada que me mataba, el efecto que te producía aquel vestido blanco de espalda descubierta. Intento olvidar tantas cosas que ya no las recuerdo. Aunque todavía sienta tus dedos en mi hoyuelo, tus manos, tus brazos en mi cadera, porque aunque me miro al espejo y no te veo detrás, todavía estás aquí, estás aquí a pesar de haberte ido hace tanto tiempo, estás aquí, porque yo te siento. Y es que me he pasado a la Coca-Cola sólo para ver si soy capaz de sumergirme en ella y aparecer sin nada, como una niña asustada de todo lo que tiene por delante, de las opciones que se abren en el camino, sólo por ver si soy capaz de sobrevivir en ese oscuro líquido burbujeante. Pero cada vez que salgo, aparezco aquí, en esta habitación hueca y llena de soledad, aunque más que llena está vacía, vacía sin tus palabras, sin tu voz que suavemente me calma y me lleva a un mundo donde esto no son más que letras desordenadas, donde todo está en su lugar, a pesar de estos desvaríos que me permito escribir con pluma,  con mis cereales de chocolate y tus camisetas holgadas apiladas obedientemente en el mismo espacio cuadrado, llévame contigo -me digo- pero tú ya te has ido, ¿no es eso? Retomando el hilo de mis palabras, o del ovillo de lana de la vecina, cada vez que salgo de mi vaso de Coca-Cola estoy aquí, y poco a poco, te veo en cada esquina, en cada cajón, en cada risa escondida tras la pared, en las camisas sin planchar del fondo del armario, e intento reírme, pero sólo sale un ruido desencajado de mi garganta, porque en dos segundos he empezado a amarte, y en dos segundos he de olvidarte, así que amor, no te molestes, si cuando llegues estoy perdida, tirada en el suelo, no sabiendo ya si he de recordarte o dejar que viajes en los pliegues de mi memoria en un trayecto sólo de ida. Palabras liadas, ya nada tiene sentido. ¿Obra de una lunática, o de una artista? O frases incompletas, sólo eso, donde las mentiras remueven mis verdades y ya no sé qué es parte de aquel manuscrito mío y qué es real, sólo sé que he llegado a amarte, y que quiero que me perdones si de tanto escrbir me he vuelto loca, tan loca, como para no estar a tu lado.

miércoles, 13 de junio de 2012

No sabes cómo te echo de menos



No sabes cómo te echo de menos. Ay, ni siquiera puedo decirlo o escribirlo, sin que me dé una punzada en el estómago, en el corazón, o en el alma, porque tu ausencia duele, no sabes cómo duele. Hoy te escribo porque al mirarme en el espejo casi era igual que uno de esos días en los que tanto me amabas, con el pelo oscuro alborotado, formando espesos tirabuzones traviesos que me acariciaban el cuello y los hombros con suavidad, esos que tanto te gustaba tomar entre tus dedos. Con una camisa tuya -sí, todavía queda alguna-  tuviste la poca decencia de no llevarte todo lo que era tuyo de esta casa, como si pensaras que no iba a seguir utilizando tu ropa para dormir, o buscando el olor de tu piel en el armario. Como si lo pensaras. Tengo los ojos de color caramelo porque están iluminados por el Sol, como cuando me conociste. Pero falta algo. Al principio no lo detecto, indago un poco en el cristal que me refleja, pero al final lo descubro. Falta mi sonrisa. Pero no creo que vuelva a aparecer, a menos que aparezcas tú con tu maletín de cuero viejo, y ganas de divertirte. ¿Sabes? Lo que más recuerdo de ti son aquellas tardes que pasábamos en el sofá, jugando con el globo terráqueo que los antiguos inquilinos se dejaron olvidado, viendo donde iríamos el próximo verano, poniéndole bigotes y ojos a los cuadros feos, y a las pinturas que odiábamos. Rebuscando en las estanterías un libro para pasar el rato, e imaginando con las alas fugaces que sólo me daba tu mente, que en vez de una casa pequeñaja, vivíamos en un palacio. Quiero decirte que se me han pasado las ganas de comer algodón de azúcar, pero que mientras te esperaba, con algo de tristeza subida a mi regazo, he encontrado la solución, la “x” de la ecuación, mi sonrisa se fue, y no volverá, porque mi sonrisa eres tú, eres tú, pequeño ladronzuelo,  y tú te la has llevado. 

sábado, 7 de abril de 2012

Miedos, miedos de Irina.



A veces tengo miedo de ser como una medusa, de no ser capaz de otra cosa, que arrastrarme con la corriente.
Irina.

"Tus ojos"





Se despierta, con los primeros rayos de Sol. Sonríe. Están pegados, ella sigue dormida. El aire huele a sábanas limpias. A su perfume. A ella. Vuelve a sonreír. Es tan menuda que parece un pajarillo. Le encanta.  Y, entonces, como un rayo,  un recuerdo acude, feroz, rápido y letal.  Ve sus ojos iluminados, color caramelo, mirándole en el parque de la esquina con ese mismo Sol que hoy le despierta reflejando miles de tonalidades marrones, inundados de sentimientos, esos ojos que significan tanto. Y teme perderlos. Porque sabe que la felicidad no dura demasiado. Y él, al que siempre le ha encantado componer, tiene el verso adecuado para aquella canción de primavera,  como un escritor que narra el momento que está viviendo sin saber que está narrándolo. Lo hace y punto. Ese verso habla de miedos.

Por ello, no espera mucho más. Y le despierta. Ella le da un beso. Y desayunan rápido porque se mueren de hambre, tortitas, besos, carcajadas. Él absorbe el momento como una esponja, y el miedo sale poco a poco, aunque no del todo. Meses después se escucha una canción en la radio. Compuesta por él, Jack.  Y empieza así.

“Cuando tus ojos se cierren, el reloj se parará, y mis segundos los regalaré al cielo, porque no sabré como utilizarlos, no sabré como utilizarlos, si no estás aquí...”

sábado, 3 de marzo de 2012

Sonrisas :)



¡Hola! Vuelvo después de una largaaaaaaaaaaaa semana de agotadores exámenes. He venido para deciros que nos han concedido otro premio! Debo darle las gracias a Chica Soñadora, hacía tiempo que nadie se pasaba por aquí y menos para dejar un premio, también debo pedirle perdón, porque lo he colgado muuuuuuuy tarde :)
En él da las gracias por leerla y apoyarla, gracias a ella por hacerlo.
Un besazo muy fuerte!
Se lo otorgo a quien quiera tomarlo :)

lunes, 13 de febrero de 2012

No tengas miedo de despertar... porque en los sueños siempre nos podremos amar



Mi mente te piensa, e intenta no sin esfuerzo, rebuscar el recuerdo, que deja tu penetrante perfume en mi pálida piel, rescatando  las notas casi imperceptibles, de bergamota, azahar…
Invento tus caricias, soñando que recorren  los desniveles cálidos, tímidos e inseguros, que anhelo descubras, con inquietud traviesa e incluso pícara, desafiando los primeros rayos de claridad, que intentan arrebatarnos, despegándonos, de los abrazos y los tímidos besos con los que nos rebelamos a lo establecido y a aquellos que decían que besarnos era una pecado… 

Las alas de Bird

 

Bird.
La habitación estaba a oscuras. Sólo se oían susurros de vidas que dormían. Él estaba medio despierto, y ella medio dormida. Él pensando y ella a punto de entrar en el mundo de los sueños.
En las sábanas que cubrían el sillón se mezclaban el olor a rosas y a limón y a jabón fresco y a canela. Olían así. Algunos sabios, dicen que todos tenemos un olor característico y que si es muy especial sólo olerá la persona adecuada.
A él, el moreno tonto que iba a despertarla sólo le olía ella. Pero ella le olía así a todo el mundo. Quizá es que es muy corriente o quizá es sólo la típica excepción a la regla.
La llamó:
-Bi. Bi.
Y, como esperaba, un simple gruñido por respuesta.
-¡¡Bi!!
-¿QUÉEEEEE?
-Dímelo. 
-¿EL quéeeeeeeee?
-Por qué siempre llevas ese brazalete en la mano.
-Te lo diré. Porque es lo único que mi padre llevaba siempre encima, siempre, aparte de esa cazadora de cuero vieja que nunca llegué a encontrar. Es lo que me dejó aquel 15 de marzo en el que el frío te helaba los huesos, te congelaba el alma, en el que el hielo cubría todo de una dura, resbaladiza y mortal capa translúcida, cubría todo lo que tenía vida, como hacía cada invierno en aquel lugar perdido. -Hizo una pausa. Su semblante había cambiado, creía que era una de esas chicas que llevaban brazaletes por ser la última moda o algo así, pero comprendió que ella era diferente. Aunque eso a Bird no le gustó y dio por cerrada la conversación.- Y ahora… ¿me dejas dormir de una vez?
Bird cerró los ojos. En sus párpados se veían puntitos luminosos. Estaba sorprendida. Lo soltó todo de sopetón. ¿Había sido el sueño? Puede que sí. Pero le había contado a aquel extraño algo que era tan familiar como respirar y que nadie nunca había sabido.
Y así se desveló una minúscula parte del intrigante pasado de aquella chica.