Mis recuerdos.
Hoy te enseño un secreto, quieto, callado. ¿Lo ves? Son los recuerdos de mis viajes impregnados en las alas de las mariposas, ¡mira con atención! Sólo los que lo quieren de verdad pueden verlas. Así que aquí en mis hojas de papel , sin tinta y sin color, guardaré recuerdos que sólo tú y yo, y quizá alguien más, podamos ver. Si decides zambullirte en esta pequeña, redondeada y misteriosa bolita de cristal, en la que tengo atrapada la imaginación, hazlo con pensamientos de tinta y manos traviesas, siempre viene bien algo de compañía...


viernes, 23 de septiembre de 2011

Porque podría tocar el cielo con la punta de los dedos...



-¿Segura de que es por aquí Oli?
-Como si lo estuviera leyendo en un mapa.- Olivia sonrió para si misma, alguien le enseñó que esa pequeña cala no estaba registrada en ninguna parte.
-Hay demasiadas rocas.
-Te aseguro que cuando llegues abajo sólo verás arena y agua.
-Está bien…
Hugo saltaba ágilmente cada obstáculo que aparecía por el camino, siguiéndola a ella, que parecía tan segura como si fuera el pasillo de su casa, y es que le explicó que había venido cada verano desde los cinco años.
-Ya casi estamos. Te habrás acordado del bañador, ¿no?
-¿Tú que crees?
Ella meneó la cabeza, él era su mejor amigo desde aquel, ya lejano día, de preescolar…
Y segundos después el hermoso paisaje apareció ante sus ojos, los ojos excitados de ella, que eran igual cada vez que tomaba rumbo a su pequeña playa y los ojos de él, repletos ahora, de curiosidad, curiosidad por explorar cada rincón de ese mágico lugar… y de, saber por fin, porqué Olive nunca le había dicho nada de él.
Corrió para llegar a los escasos metros de arena fina, caliente y clarísima que había allí, quitándose el vestido y lanzando las chanclas a Dios sabe qué parte.
Se sumergió en el mar como un pez arrancado de su hogar en esas profundidades llenas de misterio que sólo unos pocos privilegiados han conseguido desvelar.
Salieron, empapados y exhaustos, sobre todo él, no tan acostumbrado a las búsquedas de peces y conchas como ella,  y se sentaron sobre una de las rocas más cercanas.
-¿Qué te ha parecido?
-Es… genial, de verdad, no sé cómo no hay más gente.
-De hecho, no hay nadie.
Una media sonrisa aparece en las comisuras de los labios de ella, algo la ha hecho rememorar sus vivencias allí.
-¿Vamos a mirar las nubes?
Hugo, con un asentimiento de cabeza, se tumba, haciendo caso omiso a la toalla. Las trenzas rubias de Olivia rozan los finos granos tostados por el Sol. Sus ojos verdes centellean, encerrando secretos que todavía no está preparada para desvelar.
-¿Sabes lo que más me gusta de este sitio?
Él levanta la cabeza.
-No.
-Que puedo tocar el cielo con la punta de los dedos. 

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Te necesito, como no he necesitado a nadie nunca...



Está amaneciendo. El Sol sale tímidamente por la fina línea del horizonte. Está sola. Camina lentamente por la playa, sintiendo los granos de arena colarse entre los dedos de sus pies y su vestido ondea con la suave brisa que huele ligeramente a sal. Las olas se acercan y no puede evitarlo, se tumba en la orilla y las lágrimas caen a borbotones, mezclándose a su vez con el agua, sumergiéndose en los metros de profundidad que engullen tantas historias cada día, que se tragan penas e ilusiones, momentos buenos y momentos fatídicos. La humedad, el olor, el color del cielo, las olas empujándole, la marea verdeazulada moviéndose silenciosa y estampándose contra las rocas. Todo eso era él. Todo eran sus recuerdos, sus risas escondidas entre caracolas y peces, entre jirones de cielo y los algodones de azúcar que eran las nubes. Se quedó allí durante horas, llorando sobre la orilla, acudiendo a una cita que nunca iba a ver su fin. Porque él se ha ido para siempre. 

sábado, 17 de septiembre de 2011

jueves, 15 de septiembre de 2011

Silencio, el más puro y simple sonido

El silencio, que lo engulle todo, que se traga todo, en el que la única forma de hablar es una mirada.

A veces quiero romper ese tímido silencio, devorarlo, doblarlo, y guardarlo, esconderlo en un cajón para no volver a encontrarlo. Y… ¿sabes? No puedo hacerlo. 

martes, 13 de septiembre de 2011

Nuestro primer premio!


¡Hola! Os escribo para -que suenen los tambores- comunicaros que hemos ganado: ¡Nuestro primer premio! Nos lo ha dado Mhay de Debajo del edredón, tan simpática como siempre :) Como no, me ha encantado. Tiene unas cuantas reglas facilillas:





Agradecer a la persona que te lo otorgó mencionando el blog
Gracias, gracias, muchísimas gracias a Mhay de Debajo del edredón, un blog precioso que tiene un poco de todo y que me encantó desde el principio (sobre todo sus variopintos personajes como Pandora :)
Mencionar 7 cosas que te gusten.
-Leer
-Sumergirme en el mar
-Escuchar música con unos cascos enormes
-Hacer fotografías
-Escribir (para enseñarle a todos que la magia no es tan difícil de encontrar)
-Sonreír
-Andar descalza
Pasar el premio a 10 blogs favoritos.
Frases incompletas (Claudia)
Atardeceres con Nescafé (Roxy Varlow)
 La chica de las manzanas (Laura Drop R.)
Cometas en el mar (Tynna Adrenaline)
 Pia Baroja(Pía Baroja)

Bueno pues ya está! Por cierto colgar esto ha sido mucho más difícil de lo que parecía… ;)


lunes, 12 de septiembre de 2011

Recuerdos de Mariela, Recuerdo 2- Al otro lado del espejo


Samuel observa la última parte del e-mail, con un rastro de emoción en el estómago, e introduce en la lista de contactos de su nueva black berry, el teléfono de Mariela. La llamará, por supuesto. Sabe, de algún modo, que no puede dejarla escapar, que es peculiar, que es diferente, que es alocada y encantadora, que hay algo en las palabras de la pantalla que la refleja perfectamente, que dibuja esbozos de cómo es, en la mente de Samuel, que le encanta, que no sabe qué pasa, pero qué va a perseguir esto hasta el final.
Marca el número y espera pacientemente. La imagina, buscando en el bolso como una loca, con el pelo enredándosele en la boca… es una de las peculiaridades de Mariela, que no le ha querido decir nada de su aspecto físico, y eso le parece bien, hace que esa persona te guste por cómo es. Al fin, cuando está a punto de colgar, al suponer que pronto saltará el contestador, una voz dulce pero nerviosa contesta al otro lado.
-¿Si? ¿Hola?- Samuel duda un segundo, sin querer, reproduce su tono en su mente.
-Hola, ¿Mariela? Soy Samuel, me diste tu número, ¿recuerdas?
-Uff…- Samuel frunce el ceño, vaya,  seguro que no…- ¡Claro! Aunque con mi memoria no te la juegues a menudo, porque la pobre no anda muy bien.
Una risa limpia y cristalina termina por ella la frase y siguen hablando durante casi media hora más, cuelga él, se tiene que ir a trabajar, y ya llega tarde, esa chica le parece increíble. Sin querer, tararea una canción que no sabía que conocía en el metro y se sorprende a sí mismo cuando se lo hace notar su compañero de asiento habitual. Cuando entra por la puerta del periódico, algunas caras sorprendidas le saludan, parece más relajado de lo habitual y con un sorprendente buen humor para esas horas de la tarde, en las que sólo unos cuantos becarios lucharan por hacerse un minúsculo e insignificante hueco en el matinal. 


¿Qué os ha parecido? Esta es la voz de Samuel, la otra parte de la historia. En muchos recuerdos habrá una segunda voz, que será esta, de ahí el nombre, al otro lado del espejo. 
Bueno, en la siguiente entrada colgaré... ¡NUESTRO PRIMER PREMIO!
A ver si tenemos noticias de Mariela más a menudo :)

domingo, 4 de septiembre de 2011

Un minuto sin ti es un minuto menos de felicidad :)



-¿Qué pasa? ¿Por qué sonríes?
Lucas la mira y le coloca un mechón de pelo chocolate tras la oreja, con infinita delicadeza, como hace siempre.
-Estaba pensando…- Se gira otra vez hacia la ventana, en la posición en la que se encontraba antes- ¿Has sentido alguna vez que se te escapan los detalles, que los recuerdos no acuden a tu llamada como antaño? Yo sí. Justo ahora. El día del parque. La semana pasada miré una foto y vi que llevabas las uñas pintadas, de hecho, de ese verde fosforescente que tanto te gusta, que llevabas el brazo lleno hasta el codo de pulseras. Me dijiste que si no te gustaba de esa forma nunca podrías salir conmigo, que tú eras así, un día de una forma y otro de otra.
Charlotte se acerca.
-Claro que me acuerdo. ¿Pero qué pasa con ese día?
-No recordaba lo que pasó en ese momento. Sólo el helado, el café y ese tímido beso. Y esa conversación fue importante. Fue un buen momento.
-Tienes razón, fue importante, no había vuelto a rememorarla desde entonces…
-A eso me refiero. Me encantaría inmortalizar esos instantes que más tarde te hacen sonreír, como se hace en las fotos pero como con los recuerdos… Poder tenerlo todo en la palma de la mano, ojalá las cámaras fueran capaces de hacer eso.
-A mí no me gustaría.
-¿No?
-No. Esos momentos o se graban en el alma o no se graban en ningún sitio, ese es el mejor sitio que hay, de hecho, el único. Porque si están en algún otro lugar no es lo mismo, pierden la intensidad, pierden su… su magia. Su verdadera esencia.
Lucas la miró.
-Es cierto pero… - Ella le interrumpió poniéndole un dedo en los labios.
-Y… Lucas. Para eso también existen las cámaras de vídeo.
Su rostro se desarmó por completo pero Charlotte reaccionó enseguida y una carcajada cristalina salió de su boca antes de salir corriendo como una niña pequeña.
Él la alcanzó sobre la hierba del parque.
-¿Pequeñaja? Este es uno de esos momentos.
Y sacó la cámara de vídeo.
Años después sus risas resonaban en una tele de un ático en París… Con unos labios rojizos, una manzana, y el pelo caoba de Charlotte mezclándose con el rubio trigo de Lucas. 




viernes, 2 de septiembre de 2011

Disfrutar cada tic-tac :)


Estaba inquieta. Ese día había sido fatídico y no estaba de humor para nada. Su padre supo lo qué pasaba en cuanto vio su rostro y tuvo una idea. Sabía que ella no hablaría con él, pero sabía lo que la haría reaccionar.
-¿Estás ahí?- Sonrió cuando la vio abrir la puerta con desgana y asomar la cabeza- Quería enseñarte esto.
La joven hizo un gesto de indiferencia y alargó la mano.
-¿Qué es esto?
-Eran de tu abuela. Son cartas, fotos, algunas cosas que cogimos de su casa en Grecia.- Le cambió la cara y se sentó observando detenidamente la caja, llena de papeles que sobresalían de los bordes.
-¿Puedo quedármelos un rato? Sólo para verlos.
-Claro. Te dejo a solas.
Olivia echó un ojo a las fotos. Su abuela frente a los olivos, con su pelo negro sobre los hombros y los ojos de color verde oscuro, del verde de las hojas que tenía a sus espaldas. Otra en la playa, en las rocas, con la nieve cayendo suavemente. La última que ojeó, entre tantas otras, era una en la que ya era la abuela Laura, la que ella conocía tan bien. Tenía el cabello, grisáceo y veteado de blanco, recogido en un moño pulcro, con una versión mini de Olivia entre los brazos, las dos en un abrazo de esos que se graban en la memoria. Pero le llamó la atención algo: una carta, una que no tenía año, cosa que le encantó porque mostraba parte del carácter de aquella mujer tan especial. Reconoció la pulcra y distinguida letra que le caracterizaba y empezó a leer.

21 de agosto de un año cualquiera.
Esto es algo que tenía que decirte, así que no hacen falta “queridos” ni falsos saludos, para mí son más importantes las palabras que vienen a continuación:
El tiempo pasa, y la vida sigue. Y las cosas pasan de repente, casi sin que nos demos cuenta. Los recuerdos pasan como películas en nuestra cabeza, y constantemente, grabamos más. Por eso, porque esto no dura eternamente, tenemos que saber aprovechar cada segundo que nos dan. Hay ilusión pero también hay tristeza, hay problemas y tenemos que saber sobreponernos, seguir adelante, superar los baches. Por eso a veces hay que arriesgarse, ser impulsivo y dejar de pensar las cosas, porque con el corazón  salen mejor. Sé que aquel lugar, aquella casa veneciana que antaño fue de mi abuela,  siempre será nuestro lugar especial, sólo te escribo para decirte que lo he pasado bien, que decir “te quiero” quizá es demasiado definitivo, pero  quiero seguir intentándolo, seguir  a tu lado robándole minutos al reloj. Quizá esto no sea para siempre, pero si no pruebas, ¿cómo lo vas a saber?
Estoy aquí, por si quieres intentarlo.                                     Laura.

Olivia necesitaba saber qué hacer a continuación. Y esa fue justo la lección que necesitaba, las palabras exactas, las que tenía atragantadas desde hace tantos meses. Con ellas superó aquella caída y aprendió que hay que vivir ocurra lo que ocurra, que a pesar de los fracasos, todo continúa y que si tú no lo haces el mundo no se va a parar para esperarte.