Mis recuerdos.
Hoy te enseño un secreto, quieto, callado. ¿Lo ves? Son los recuerdos de mis viajes impregnados en las alas de las mariposas, ¡mira con atención! Sólo los que lo quieren de verdad pueden verlas. Así que aquí en mis hojas de papel , sin tinta y sin color, guardaré recuerdos que sólo tú y yo, y quizá alguien más, podamos ver. Si decides zambullirte en esta pequeña, redondeada y misteriosa bolita de cristal, en la que tengo atrapada la imaginación, hazlo con pensamientos de tinta y manos traviesas, siempre viene bien algo de compañía...


viernes, 2 de septiembre de 2011

Disfrutar cada tic-tac :)


Estaba inquieta. Ese día había sido fatídico y no estaba de humor para nada. Su padre supo lo qué pasaba en cuanto vio su rostro y tuvo una idea. Sabía que ella no hablaría con él, pero sabía lo que la haría reaccionar.
-¿Estás ahí?- Sonrió cuando la vio abrir la puerta con desgana y asomar la cabeza- Quería enseñarte esto.
La joven hizo un gesto de indiferencia y alargó la mano.
-¿Qué es esto?
-Eran de tu abuela. Son cartas, fotos, algunas cosas que cogimos de su casa en Grecia.- Le cambió la cara y se sentó observando detenidamente la caja, llena de papeles que sobresalían de los bordes.
-¿Puedo quedármelos un rato? Sólo para verlos.
-Claro. Te dejo a solas.
Olivia echó un ojo a las fotos. Su abuela frente a los olivos, con su pelo negro sobre los hombros y los ojos de color verde oscuro, del verde de las hojas que tenía a sus espaldas. Otra en la playa, en las rocas, con la nieve cayendo suavemente. La última que ojeó, entre tantas otras, era una en la que ya era la abuela Laura, la que ella conocía tan bien. Tenía el cabello, grisáceo y veteado de blanco, recogido en un moño pulcro, con una versión mini de Olivia entre los brazos, las dos en un abrazo de esos que se graban en la memoria. Pero le llamó la atención algo: una carta, una que no tenía año, cosa que le encantó porque mostraba parte del carácter de aquella mujer tan especial. Reconoció la pulcra y distinguida letra que le caracterizaba y empezó a leer.

21 de agosto de un año cualquiera.
Esto es algo que tenía que decirte, así que no hacen falta “queridos” ni falsos saludos, para mí son más importantes las palabras que vienen a continuación:
El tiempo pasa, y la vida sigue. Y las cosas pasan de repente, casi sin que nos demos cuenta. Los recuerdos pasan como películas en nuestra cabeza, y constantemente, grabamos más. Por eso, porque esto no dura eternamente, tenemos que saber aprovechar cada segundo que nos dan. Hay ilusión pero también hay tristeza, hay problemas y tenemos que saber sobreponernos, seguir adelante, superar los baches. Por eso a veces hay que arriesgarse, ser impulsivo y dejar de pensar las cosas, porque con el corazón  salen mejor. Sé que aquel lugar, aquella casa veneciana que antaño fue de mi abuela,  siempre será nuestro lugar especial, sólo te escribo para decirte que lo he pasado bien, que decir “te quiero” quizá es demasiado definitivo, pero  quiero seguir intentándolo, seguir  a tu lado robándole minutos al reloj. Quizá esto no sea para siempre, pero si no pruebas, ¿cómo lo vas a saber?
Estoy aquí, por si quieres intentarlo.                                     Laura.

Olivia necesitaba saber qué hacer a continuación. Y esa fue justo la lección que necesitaba, las palabras exactas, las que tenía atragantadas desde hace tantos meses. Con ellas superó aquella caída y aprendió que hay que vivir ocurra lo que ocurra, que a pesar de los fracasos, todo continúa y que si tú no lo haces el mundo no se va a parar para esperarte. 

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