Estaba inquieta. Ese
día había sido fatídico y no estaba de humor para nada. Su padre supo lo qué
pasaba en cuanto vio su rostro y tuvo una idea. Sabía que ella no hablaría con
él, pero sabía lo que la haría reaccionar.
-¿Estás ahí?- Sonrió
cuando la vio abrir la puerta con desgana y asomar la cabeza- Quería enseñarte
esto.
La joven hizo un gesto
de indiferencia y alargó la mano.
-¿Qué es esto?
-Eran de tu abuela.
Son cartas, fotos, algunas cosas que cogimos de su casa en Grecia.- Le cambió
la cara y se sentó observando detenidamente la caja, llena de papeles que
sobresalían de los bordes.
-¿Puedo quedármelos
un rato? Sólo para verlos.
-Claro. Te dejo a
solas.
Olivia echó un ojo a
las fotos. Su abuela frente a los olivos, con su pelo negro sobre los hombros y
los ojos de color verde oscuro, del verde de las hojas que tenía a sus
espaldas. Otra en la playa, en las rocas, con la nieve cayendo suavemente. La
última que ojeó, entre tantas otras, era una en la que ya era la abuela Laura,
la que ella conocía tan bien. Tenía el cabello, grisáceo y veteado de blanco,
recogido en un moño pulcro, con una versión mini de Olivia entre los brazos,
las dos en un abrazo de esos que se graban en la memoria. Pero le llamó la atención
algo: una carta, una que no tenía año, cosa que le encantó porque mostraba
parte del carácter de aquella mujer tan especial. Reconoció la pulcra y
distinguida letra que le caracterizaba y empezó a leer.
21 de agosto de un año cualquiera.
Esto es algo que tenía
que decirte, así que no hacen falta “queridos” ni falsos saludos, para mí son
más importantes las palabras que vienen a continuación:
El tiempo pasa, y la vida
sigue. Y las cosas pasan de repente, casi sin que nos demos cuenta. Los
recuerdos pasan como películas en nuestra cabeza, y constantemente, grabamos
más. Por eso, porque esto no dura eternamente, tenemos que saber aprovechar
cada segundo que nos dan. Hay ilusión pero también hay tristeza, hay problemas
y tenemos que saber sobreponernos, seguir adelante, superar los baches. Por eso
a veces hay que arriesgarse, ser impulsivo y dejar de pensar las cosas, porque
con el corazón salen mejor. Sé que aquel
lugar, aquella casa veneciana que antaño fue de mi abuela, siempre será nuestro lugar especial, sólo te
escribo para decirte que lo he pasado bien, que decir “te quiero” quizá es
demasiado definitivo, pero quiero seguir
intentándolo, seguir a tu lado robándole
minutos al reloj. Quizá esto no sea para siempre, pero si no pruebas, ¿cómo lo
vas a saber?
Estoy aquí, por si
quieres intentarlo. Laura.
Olivia necesitaba
saber qué hacer a continuación. Y esa fue justo la lección que necesitaba, las
palabras exactas, las que tenía atragantadas desde hace tantos meses. Con ellas
superó aquella caída y aprendió que hay que vivir ocurra lo que ocurra, que a
pesar de los fracasos, todo continúa y que si tú no lo haces el mundo no se va
a parar para esperarte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario